miércoles, 1 de febrero de 2012

Intención Misionero para la oración de Febrero


PARA QUE EL SEÑOR SOSTENGA EL ESFUERZO DE LOS TRABAJADORES DE LA SALUD EN SU SERVICIO A LOS ENFERMOS Y ANCIANOS DE LAS REGIONES MÁS POBRES

COMENTARIO PASTORAL
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la SALUD como el “estado de completo bienestar físico, mental y social; y no solamente la ausencia de enfermedad”. En coherencia con esta definición, un “Informe sobre la salud en el mundo” (2006) definió  los trabajadores de la salud como todas aquellas personas que llevan a cabo tareas o acciones que tienen como principal finalidad promover ese estado de bienestar, proteger y mejorar la salud. Podríamos decir que también nosotros mismos, en nuestra cotidianidad, con simples acciones, muchas veces trabajamos para eso: el joven que hace voluntariado en  una  ONG,  la  madre  que  cuida  de  su  bebé,  el  hijo  que  acompaña  a  sus  padres  al  hospital  o  la abuela que recurre a su experiencia de vida y saberes ancestrales para atender y confortar... La lista sería interminable si quisiéramos tener en cuenta todas aquellas personas que, de algún modo, trabajan para la salud de los demás. 

Sin embargo, nos referimos ahora a los “trabajadores de la salud” en sentido más estricto, a aquellos que pasan por una etapa de formación profesional o capacitación más especifica. No podemos ignorar que también entre ellos hay una gran diversidad: médicos, enfermeras, personal que prepara y sirve los alimentos, trabajadores de saneamiento, los que atiende al familiar de un enfermo, los farmaceutas…  El Santo Padre, en este mes, nos pide de orar particularmente por aquellos que están a contacto y prestan más directamente su servicio a los enfermos y ancianos en las regiones más pobres. ¿Porque hay que pedir al Señor que sostenga sus esfuerzos? ¿Qué pasa? ¿Qué dificultades encuentran? 

Las motivaciones de esta intención las podemos sintetizar en dos puntos: 
1. El que trabaja con enfermos y ancianos necesita  él mismo encontrarse en salud, es decir, con un equilibrio psico-físico-espiritual que permita una relación interpersonal enriquecedora, totalizante, de entrega sin condiciones, de verdadero servicio al otro. Una persona enferma o anciana de por sí ya se encuentra en un estado de mayor vulnerabilidad por sus propios achaques y padecimientos, por el deterioro progresivo del organismo, por sus sentimientos de ansiedad, de soledad, etc. El trabajador de la salud ha de tener en cuenta la persona en su totalidad, con todo lo que vive y siente, con sus circunstancias concretas y recordar que su interlocutor no solo necesita de sus cuidados y competencias médicas, sino ha de ser atendido también en sus demandas psicológicas y afectivas en momentos particularmente difíciles de su vida. En muchas ocasiones, sobre todo en las regiones más pobres, no es posible aliviar el dolor y el sufrimiento físico ajeno, prevenir y curar enfermedades por falta de recursos sanitarios, pero siempre es posible ser vehículos de calor humano y de una mirada que acompañe. 

2. Hoy día existen fuertes contrastes. Por una parte hay enormes avances en el bienestar humano, grandes beneficios de nuevos medicamentos y tecnologías para hacer frente a numerosas enfermedades o para mejorar la calidad de vida de las personas mayores, por otra coexisten la amenaza de una deshumanización de la medicina, la distribución de los recursos mundiales no equitativa y situaciones de privaciones extremas en los países más pobres. El respeto a la vida humana es un presupuesto universal, uno de los principios más fundamentales y evidentes en todas las ideologías y culturas. A pesar de que su fundamentación no necesita ningún esfuerzo racional, seguimos viviendo situaciones de grandes injusticias. Por recordar una: "En el corazón de África hay cuatro millones de personas que necesitan ayuda. Los médicos ven morir a sus pacientes porque carecen de lo mínimo para salvarles la vida" (Léa Koyassoum Doumta, Ministra de Salud Pública y Población – Republica Centroafricana). 

En muchas regiones de nuestro planeta, las crisis política, económica, social y sanitaria no permiten una inversión en campo sanitario y los trabajadores de la salud se ven privados de todo respaldo a cualquier nivel y sometidos a un estrés y una inseguridad cada vez mayores. Efectivamente, las enfermedades ligadas a la pobreza (SIDA, Tuberculosis, Malaria…) están devastando numerosas poblaciones sin recursos y las crisis sanitarias aumentan rápidas e imprevistas causadas por epidemias, catástrofes naturales, conflictos… Las tareas y funciones requeridas a los trabajadores de la salud en estas circunstancias tan adversas son sumamente arduas ¡Que el Señor bendiga y sostenga sus esfuerzos!! 

Hermana Antonella Rizzo,  
Religiosa de las Hijas de Jesús, obstetra, trabaja hoy en un hospital en Roma.

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