Artículo de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz,
publicado en el diario El Litoral el sábado 3 de diciembre de 2011

Creo que no alcanza para explicar este nivel de agresividad hacia la niñez, incluso familiar, hablar de marginalidad, rapto de locura o “pase de facturas”. Tampoco quedarnos en causas de tipo psicológico, que existen; o de conductas sociales que se van arraigando y formando una mentalidad sin escrúpulos y sin límites. No hay que dejar de valorar, por otra parte, la importancia de las denuncias y la prevención, pero considero que estamos ante una situación que nos interpela culturalmente y, porque no, nos acusa. Somos parte de la cultura en que vivimos, sea por acción u omisión. Se descubre en el agresor historias de violencia sufridas, la víctima de ayer es el potencial victimario de hoy. Sabemos que las conductas éticas y sociales no están impresas en el hombre, ellas se trasmiten, son objeto y materia de educación. Siempre habrá casos patológicos, pero el tema que nos ocupa habla de una sociedad que ha ido perdiendo ese patrimonio cultural y moral, como base de sus relaciones.
Es el hombre, por ello, al que hay que sanar y educar en su vida, ideales y relaciones. Es el hombre quién ha perdido escala de valores y capacidad de gobierno sobre sus afectos, impulsos, alegrías y fracasos. Como nunca ha avanzado el conocimiento sobre el hombre, parecería que ello no alcanza. Tal vez este conocimiento nos sirva para intentar curarlo, pero me inclino a pensar que el tema de fondo es anterior, me refiero a la ausencia de un proyecto o ideal que de sentido a la vida en el ámbito de la convivencia humana. Lo que está en crisis es la cultura en cuanto horizonte de valores compartidos. Hablamos sin entendernos. Muchas veces se vive en un mundo familiar o social, sin sentirse parte de él. Considero, por ello, que el tema es más cultural e incluso religioso, que judicial o policial. En este sentido la ausencia de Dios, como fuente de razón y fundamento del orden moral, no es un tema menor en la vida y desarrollo del hombre como ser espiritual y social.
Pienso, además, que es la vida misma la que se ha ido devaluando y ha dejado de ser un valor absoluto y, por lo mismo, ya no es un límite. En el marco de una cultura de corte constructivista donde el hombre con su libertad es una suerte de dios creador, el nivel moral de sus principios es determinante. Una libertad sin valores ni referencias vinculantes se convierte en un arma peligrosa. En un contexto de insatisfacción y orfandad afectiva en el que viven y crecen muchas personas, la ira o agresividad se manifiesta como una respuesta que define una conducta; la incapacidad afectiva para establecer y mantener relaciones con lo diverso; el bajo nivel de gobierno que debilita el dominio sobre sus pasiones; la ausencia de un proyecto que organice y de sentido a la vida, aísla al hombre de su mismo mundo familiar o social; en el contexto de una cultura individualista el otro, cuesta decirlo, puede convertirse en un estorbo.

Quiero unirme al dolor de tantas familias que han padecido esta miseria humana y elevar mi voz en el reclamo de justicia, pero también que sepamos examinarnos como parte de una sociedad enferma, que debe dar una respuesta a esta realidad social. Reciban junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Niño de Belén que viene para hacernos más hermanos.
La ausencia de ideales crea un vacío existencial que se hace inmanejable para muchos jóvenes. Una formación en los valores necesita, además, un positivo sentido de las virtudes como hábitos que permiten alcanzar y vivir el ideal propuesto.
Muchas veces se vive en un mundo familiar o social, sin sentirse parte de él. El tema es más cultural e incluso religioso, que judicial o policial. En este sentido la ausencia de Dios, como fuente de razón y fundamento del orden moral, no es un tema menor en la vida y desarrollo del hombre como ser espiritual y social.
Los niños justamente por ser los más débiles, junto a los ancianos, son los más desprotegidos. como cristianos nuestra obligación principal es velar por ellos, ahora debemos poreguntarnos como hacerlo?, si aún en nuestras propias casas, en nuestras propias familias muchas veces la violencia contra ellos entra. Hay formas de violencia, el hambre, la discrimninación, el menoscabo, las comparaciones odiosas, la falta de ropa, medicamentos, de una casa digna. de un hogar bien constituido. A veces siento que poco o nada estoy haciendo por ellos, los escogidos de Dios
ResponderEliminar