4. Pero les pido que recordemos que la esperanza se deposita de una manera especial en Jesús resucitado. La fe no es sólo creer en Él, sino también creerle a Él, creer que es verdad que nos ama, que Jesús resucitado conduce la historia, que es capaz de intervenir, que no nos abandona, que saca bien del mal con su poder y con su infinita creatividad. Es creer en la presencia de Jesús que marcha victorioso en la historia “en unión con los suyos, los llamados y elegidos y fieles” (Ap 17, 14), y que “seguirá venciendo” (Ap 6, 2).
Creámosle al Evangelio que dice que el Reino de Dios ya está presente en el mundo, y está desarrollándose misteriosamente, está creciendo aquí y allá, de diversas maneras (...)
La resurrección de Cristo puede provocar por todas partes brotes de ese mundo nuevo. Aunque se los corte, esos brotes vuelven a surgir, porque la resurrección del Señor ya ha penetrado la trama oculta de esta historia, porque Jesús no ha resucitado en vano.
5. Pero como no siempre vemos esos brotes, nos hace falta una certeza interior de la fe. Es la certeza de que Dios puede actuar misteriosamente en cualquier circunstancia, también en medio de aparentes fracasos. De ahí que Pablo se gloriara en sus debilidades (2 Co 12, 10) donde se manifiesta perfectamente la fuerza de la gracia (2 Co 12, 9). Porque “llevamos este tesoro en recipientes de barro, para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros” (2 Co 4, 7). Pablo acepta con agrado las tribulaciones, las persecuciones, los fracasos (2 Co 4, 8-9; 12, 10), para que a través de ello se manifieste la vida en sus discípulos (2 Co 4, 11-12) y renunciando a gloriarse en cosas visibles (2 Co 4, 18).
Por eso vale la pena empeñarse, para que, de una manera misteriosa, seamos parte de ese nuevo brote de vida para el mundo, y no nos quedemos al margen de la marcha de la esperanza activa.
Esto es lo que se llama “sentido de misterio”, y es posiblemente el remedio más eficaz contra el escepticismo, sobre todo cuando los fracasos y desilusiones amenazan con hacernos bajar los brazos.
El “sentido de misterio” es saber con certeza que, quien se ofrece a sí mismo a Dios por amor (Rm 12, 1), y de ese modo se entrega a la misión que Dios le confía, seguramente será fecundo más allá de lo que vean los ojos, será un sarmiento con abundantes frutos (Jn 15, 5), su vida y su actividad no serán estériles.
Jesús decía: “La gloria de mi Padre está en que ustedes den fruto abundante” (Jn 15, 8). Por lo tanto, cuando deseamos ser fecundos estamos respondiendo a su amorosa voluntad. Pero esos frutos se producen de manera misteriosa, esa fecundidad es muchas veces invisible, inaferrable, no puede ser contabilizada. Por eso, el evangelizador puede entregarse intensamente a la misión con la seguridad de que su vida será fecunda, pero sin pretender saber cómo, ni dónde ni cuándo. Dios utilizará también sus aparentes fracasos para realizar misteriosamente alguna obra de su gracia en alguna parte.
Lo que yo sé en la fe, es que mi entrega, unido a Jesús, va a dar fruto. Y a veces es como cuando se produce una pequeña grieta en un dique inmenso. Tarde o temprano va a caer, aunque yo no lo vea. Pero yo fui parte, fui fecundo sin llegar a verlo. Hay que aprender a trabajar a mediano plazo o a largo plazo.
Pero estén seguros: no se pierde ninguno de tus trabajos realizados con amor, no se pierde ninguna de tus preocupaciones sinceras por los demás, no se pierde ningún acto de amor a Dios, no se pierde ningún cansancio generoso.
Todo eso queda dando vueltas por el mundo como una fuerza de vida que va dando frutos. Así como, al producir ondas en el mar con el movimiento de nuestras manos, ese movimiento se va propagando por todo el océano, de la misma manera, ninguna obra hecha por amor y con amor dejará de producir algo nuevo. Entonces nunca te canses de ser bueno.
En todo caso, aprendé a dejarse amar por Dios también en el aparente fracaso, en los escasos resultados visibles, en las ingratitudes sufridas. Aprendé poco a poco a dejarte estar en la ternura de los brazos del Padre cuando parece que todo está oscuro, aprendé a dejarte tocar por la gracia permitiéndole a Dios mismo que te consuele, y seguí adelante. Invocá cada día al Espíritu Santo para que te fortalezca interiormente, y sabé que tu esfuerzo vale la pena, aunque no lo veas.
6. Por último, les recuerdo que nuestra esperanza es activa y creativa. Necesita canales para la fuerza transformadora de Jesús resucitado, y allí entra nuestra creatividad, nuestra viveza, nuestras búsquedas constantes.
Pero además hay que recordar una cosa: para resolver mis cuestiones personales e íntimas, el Espíritu Santo quiere tener mi cooperación personal, pero para resolver los problemas comunitarios y sociales necesita una cooperación comunitaria, necesita que aunemos esfuerzos, que luchemos juntos, que construyamos redes sociales, que hagamos puentes. Para resolver los problemas sociales no bastan individuos santos y entregados. Hacen falta redes comunitarias. Jesús intentó convencernos de muchas maneras y con muchas palabras.
Por eso, que estemos juntos estos días para reflexionar y buscar caminos juntos, ya es una expresión de esperanza y es un canto de esperanza cristiana. Que Jesús los bendiga mucho.
Pbro. Víctor Manuel Fernández
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